Al igual que sucede con los automóviles de calle, en donde hay modelos que a pesar de ser diseñados hace décadas tienen una carrocería bellísima, en los autos de carrera sucede la misma situación.
Haciendo un viaje al pasado, exactamente en la primera mitad del XX donde florecía la industria del automóvil, es posible encontrar una serie de automóviles de competición que sobresalían por su poder.
Estos autos de carreras marcaron el fundamento de lo que ocurriría posteriormente. Y es que, además de pensar en la mayor cantidad de poder, los desarrolladores de esta clase de vehículos pensaron que una de las maneras de mejorar el desempeño de los autos era perfeccionar la resistencia al viento, por lo que se crearon carrocerías con estilos curvos.
De esta manera, fue que a partir de la década de 1960 empezaron a salir autos de carreras con diseño 100 por ciento aerodinámicos, lo que al mismo tiempo originó que la imagen de los mismos fuera más atractiva.
Una de las marcas de autos que intervino de manera marcada en esta evolución de poder y aerodinámica dentro de los autos de carreras fue Ferrari, que a la fecha continúa desarrollando piezas que tienen una serie de soluciones que inician con la potencia y aerodinamismo.
Dentro de la multitud de autos de carreras que ha creado la compañía de Maranello, así como otras marcas y escuderías, existen modelos que lejos de su poder y victorias tienen una especia de perpetuidad por su estilo.
Uno de estos autos de carreras que son inmortales por su belleza es sin duda el Ferrari 330 P4 que, a pesar de aparecer en 1967, al día de hoy, luce sumamente atractivo, al grado que es catalogado como uno de los más bellos de la historia.
Nadie podrá negar que, para su época, este Ferrari marcó el inicio de una nueva era al estar dotado de curvas suaves en todo su cuerpo. Ya sea por el frontal, el perfil o la zaga, el auto mezcla a la perfección todas sus líneas que expresan una fuerza dinámica.
Esta excelsa proporción de volúmenes y estilo, junto con su ingeniería mecánica hicieron que el Ferrari 330 P4 ganara numerosas carreras y se ganó un hueco en los libros de historia después de un memorable triplete en Daytona.
Aunque su estética se la debe al P3, las soluciones que obtuvo en su diseño y en el motor hicieron que fuera todavía mejor en todo. Dentro de las innovaciones está el motor V12 de 4.0 litros completamente rediseñado -la incorporación de una culata de tres válvulas por cilindro, dos para admisión y una para escape-, el chasis ligeramente más corto que el del 330 P3 y el nuevo sistema de suspensión.
Con estas perfecciones, el auto con un peso inferior a 800 kilogramos, ofrecía una potencia 450 hp, misma que hacía que alcanzara una velocidad máxima de 320 km/h. Una cifra monumental para la época.
Aunque tal vez la cantidad de poder y velocidad tope sean muy inferiores para los estándares de la actualidad, no hay duda que su estilo agraciado es eterno, por algo es catalogado por muchos como el auto de carreras más bello de la historia.