La historia de Borgward la hemos contado varias veces, pero aquí les va un resumen. Fue fundada en 1919 por Carl F. W. Borgward, quien lanzó su primer modelo en cinco años más tarde: el Blitzkarren, algo así como el "auto relámpago".
La Segunda Guerra Mundial detuvo la producción automotriz, la que fue reiniciada una vez finalizo el conflicto, siendo el Borgward Isabella de 1954 el modelo más importante en la historia de la marca.
El Isabella se convirtió en un modelo muy popular e incluso se fabricó en mercados lejanos, como Chile y Argentina. Pero Carl Borgward quería más, y en 1959 lanzó el P100, que incorporaba una innovadora suspensión neumática y transmisión automática.
Por entonces, la empresa fabricaba autos para las marcas Borgward, Hansa, Goliath y Lloyd, pero nunca operó como un grupo propiamente tal, lo que le impidió mantener los costos en equilibrio, hasta que, finalmente, la operación se hizo inviable (hasta hoy se mantienen vivas ciertas teorías de que la crisis de Borgward se debió de un complot de Volkswagen y Opel, pero esa es otra historia). Finalmente, Borgward cerró en 1961 y su fundador murió dos años más tarde.
Aquí viene otra parte de la historia que casi nadie conoce. Un grupo de inversionistas mexicanos impulsados por el entonces presidente del país, Adolfo López Mateos contactan a los acreedores de Borgward y así empieza una larga serie de negociaciones que culminan en 1967 con la inauguración de la planta de automóviles FANASA (Fábrica Nacional de Automóviles SA) en el estado de Nuevo León, México, de esa instalación solamente salieron dos modelos, similares en su diseño que solo variaban en la distancia entre ejes y nos referimos al 230 y al 230 GL, este último más largo también denominado “Limousine”.
Durante su azarosa existencia, Borgward en México solo logró fabricar –y vender- 2,267 vehículos, muchos de los cuales fueron asignados al estado mayor presidencial, siendo el auto oficial del presidente, así como a los secretarios de estado también que se les asignó un 230. Fue un rotundo fracaso comercial y la marca volvió a declararse en quiebra en 1970.
La marca desapareció de Alemania y México, hasta que su heredero, Christian Borgward, nieto del fundador, la revivió en 2008 gracias capitales chinos (el Grupo SAIC) e instaló la sede en Stuttgart, aunque la fábrica opera desde China.
El primer concepto del BX7 se presentó en 2015 y ya el año pasado se iniciaron las ventas de esta SUV. También en el país asiático se develaron los nuevos BX5 y BX6 (foto superior), este último en un atractivo formato coupé. Y para cerrar el año, en el Salón de Frankfurt se estrenó un nuevo Isabella, aún en forma de conceptual.
Y hoy, Borgward anuncia su regreso a Alemania, donde no vende un auto desde 1961. Será el puntapié inicial para su desembarco en Europa, donde la marca dice que ya cuenta con concesionarios para Bélgica, Holanda y Luxemburgo.
Vale decir que en 2017, Borgward anunció la construcción de un planta en Bremen, desde donde abastecerá los mercados europeos.
El BX7 TS es una SUV de 4.70 metros de largo y con siete plazas. Monta un motor 2.0 Turbo con 225 Hp, cuenta con caja automática de doble embrague y tiene tracción total. A corto plazo se añadirá una variante plug-in (BXi7) con una potencia combinada de 400 Hp.
¿Su precio? 44,200 euros, unos $950,000 pesos mexicanos.
¿Te gustaría que Borgward regresara a México?