Con una velocidad máxima promedio de poco más 30 km/h (alcanzada durante unos cuantos segundos) los humanos estamos lejos de figurar entre las especies más rápidas del mundo. Por ello, a lo largo de la historia, nos hemos visto en la necesidad de recurrir a otros seres vivos, siendo los caballos los más usuales, para no sólo cumplir nuestras necesidades de movilidad, sino también de adrenalina y libertad.
Este proceso no ha sido fácil, ya que más allá de la domesticación, hemos requerido de tiempo, paciencia, pero sobre todo confianza, para generar un vínculo tan fuerte entre ambas especies, que pudiese traspasar la barrera de lo creíble. Hombre y bestia, moviéndose, respirando, saltando, luchando, galopando a toda velocidad, como si se tratase de un solo ser en perfecta armonía.
Ejemplos históricos sobran, pero probablemente ninguno ilustre mejor esta situación que los antiguos jinetes samurái Yabusame, que al tratarse de arqueros a caballo tenían que entablar una relación tan fuerte con sus corceles, para que aún en pleno campo de batalla, pudiesen disparar flechas a los enemigos, al mismo tiempo de dirigir al caballo con un simple movimiento de cadera, sin tener miedo a caerse o perder el rumbo. Si ambos, querían seguir con vida, debían tener una perfecta comunión.
Con el transcurrir del tiempo, los equinos fueron desplazados por los automóviles, y con ello parecía que esta legendaria simbiosis había llegado a su fin. Bueno al menos, eso parecía ya que a través de la filosofía Jinba-Ittai, Mazda se ha empeñado en rescatar esta conexión dotando a sus autos de un manejo tan preciso y comunicativo que podrás sentirte un jinete Yabusame. Pero ¿en realidad un humano puede repetir esta unión con una máquina? veámoslo a continuación a través de la CX-3, modelo pionero en adoptar esta ideología.
El Jinba-Ittai a través de un crossover
Si bien, el MX-5 original sirvió como inspiración directa para cimentar los principios del Jinba-Ittai, en realidad el primer automóvil moderno de Mazda en crearse bajo esta filosofía es la CX-3, estableciendo una nueva era para la marca donde las sensaciones deportivas y la comunicación entre hombre-máquina comenzaron a ser prioridad.
Primero está su diseño KODO, el cual literalmente significa “alma en movimiento” y que a su vez se inspira en el poder y elegancia de una bestia salvaje. Con sus líneas, la Mazda CX-3 trata de capturar el movimiento, al mismo tiempo de transmitir fuerza, velocidad, resistencia y elegancia. La esencia y el deseo de domar al animal comienzan desde su propia imagen.
Cuando, logras montar a la bestia, debes de tomarte un tiempo para adaptarte a ella. Después de todo, recuerda que alguna vez el legendario expiloto de F1 Juan Manuel Fangio aseguró que “un auto tiene sus propias emociones y corazón, lo tienes que amar como corresponde”. Al igual que los jinetes siente la respiración y latir del auto. Mediante el botón de encendido automático escucha como el motor de 2.0 Litros con 148 Hp y 141 Lb-pie de torque cobra vida.
Comienza el momento de la verdad, aceleras y en poco tiempo el paso se convierte en trote y cuando menos lo esperas vas a todo galope. Sí, aquí comienza la sensación de libertad. De pronto un pensamiento pasa por tu mente para romper el momento ¡el consumo de gasolina! Pero no hay de que preocuparse ya que los ingenieros de Mazda dotaron a la CX-3 de la tecnología SKYACTIV que ofrece un destacado rendimiento de combustible (15.7 km/l en el ciclo combinado) sin sacrificar la experiencia de manejo.
Una posición de manejo ligeramente elevada permite un mayor dominio de lo que ocurre frente a ti. Pero en caso de que llegue la noche, los Faros LED Dirigibles que rotan hasta 15 grados cuando se da vuelta, ayudan a tener todo bajo control, aún en la penumbra. La primera, segunda y tercera curva son pan comido y cada vez tienes más dominio y conocimiento de las capacidades del vehículo.
Lo que a unos los detiene, a nosotros nos sigue moviendo.
— Mazda México (@MazdaOficial) 12 de septiembre de 2017
Mazda CX-3 2018 #DriveTogether pic.twitter.com/vOnCAWMRJJ
Gran parte de ello se debe al uso del sistema G-Vectoring Control que por medio de sensores controla la variación del torque en respuesta a los movimientos del volante en todo momento. Por ejemplo, en tramos sinuosos, esta tecnología permite girar con más precisión y evitar correcciones en pleno trazo, reduciendo los movimientos bruscos causados al girar y acelerar.
En este punto, al igual que los jinetes Yabusame, tienes la entera confianza en que con un ligero movimiento corporal, en este caso de tus manos, tu fiel corcel te lleva por la dirección correcta. Pero, sobre todo, puedes sentir que esa conexión entre el humano y la bestia, vuelve a surgir.
Justo cuando te sientes héroe de algún anime japonés, llegas a tu destino donde te esperan algunos otros acompañantes que se pueden sumar a la aventura. Por fortuna, a diferencia de un caballo, puedes transportarlos en una cabina que además de presumir acabados de primera calidad, es completamente segura gracias a sus seis bolsas de aire, así como el sistema de anclaje para sillas infantiles LATCH.
Es así que la CX-3 demuestra que para que haya una conexión especial con el conductor, no es necesario recurrir a un deportivo de perfil purista como el propio MX-5, pero lo mejor es que tras la llegada al mercado de este modelo, el resto de los integrantes de la familia Mazda también han adoptado la filosofía Jinba-Ittai, sin importar si se trata de un hatchback subcompacto, un sedán compacto o una SUV para siete pasajeros.