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Volkswagen Hormiga, una leyenda mexicana

Aunque tiene parientes extranjeros, es luchadora y entrona como muchos mexicanos.Te invitamos a conocer su historia.

Volkswagen Hormiga, una leyenda mexicana

Aunque diminutas, las hormigas se han ganado el respeto de los humanos alrededor del mundo, quienes hemos encontrado en estos insectos al mejor ejemplo del trabajo duro, la perseverancia, el compañerismo y por supuesto, la fortaleza física. No han sido pocas las ocasiones en las que estas características se han visto plasmadas en fábulas como  “La cigarra y la hormiga”, en caricaturas (La Hormiga Atómica) o incluso en superhéroes como es el caso del mismísimo Hombre Hormiga (Ant-Man).

Los mexicanos no somos ajenos a este contexto e incluso hemos llevado nuestra admiración al nivel culinario con las Chicatanas y Escamoles, dos platillos tradicionales de fuerte arraigo en diversas regiones de la República. Pues bien, si crees que llevándolas al plato, es la única manera en la que les hemos rendido homenaje, estás muy equivocado ya que en la década de los 70’s en nuestro territorio surgió un vehículo, que a pesar de llevar un emblema alemán, presume ser tan mexicano como los alimentos antes mencionados, por supuesto que me refiero a la Volkswagen Hormiga.

ORIGEN CONTROVERTIDO

La Volkswagen Hormiga irrumpe en el mercado mexicano en 1976. Desde un inicio, este vehículo llamó la atención por su singular propuesta estética y mecánica. Sin duda era fácilmente identificable como un Volkswagen de la época e inclusive no habría quién pensara que se trataba de una simple Combi pickup, nada más erróneo y alejado de la realidad, ya que bajo esa cuadriculada imagen, que parecía salida de la imaginación de un niño,  se escondía una de las mejores propuestas de la ingeniería mexicana. 

Mecánicamente este modelo que tenía como lema publicitario “La Hormiga, infatigable transporte económico de carga” era impulsada por el conocidísimo motor bóxer de 1.6 litros, que anunciaba una potencia de 44 Hp y 72.5 lb-pie de torque, la cual se acoplaba a una transmisión manual de cuatro velocidades. Hasta aquí todo nos recuerda al Vocho y similares.  

Empero, cuenta con ciertas particularidades que la hacen única, comenzando por el hecho de que a diferencia de cualquier otro modelo de la compañía enfriado por aire cuyo motor y tracción estaban atrás, en este caso el propulsor estaba colocado por debajo de la cabina en una posición “semi central”, mientras que la tracción era a las ruedas delanteras, sí, como acabas de leer, el primer Volkswagen en México que enviaba su fuerza al frente era un camioncito de carga y no el Caribe… ¡pum!

Con una longitud de 4,114 mm y un peso de 1,200 kg, la Hormiga alcanzaba los 85 km/h de velocidad máxima, aunque de acuerdo con información de la propia marca era capaz de circular a 98 km/h con la cuarta relación engranada a las 4,000 rpm. En cambio, la capacidad de carga era de 750 kg más el peso de los tres tripulantes. Al final, la ecuación arrojaba un lastre total de mil kilogramos. Un dato sorprendente es su consumo de combustible de 8.5 km/l, cifra que en su época era muy eficiente, pero hoy día parece más propia de un propulsor de mayor tamaño y cilindraje ¡Cómo han cambiado los tiempos!

Hasta aquí hay algunas sorpresas, pero seguramente te preguntarás, OK pero ¿qué tiene de mexicana? Pues bien para explicar esto acudimos a los expertos Héctor Garduño y Pedro Alfredo Valencia Aragón, quienes nos ayudaron a aclarar ciertas leyendas y dudas sobre la Hormiga y su origen.

“Debido a sus características mecánicas, se suele decir que la Hormiga es un derivado directo de otros vehículos de carga de Volkswagen comercializados en distintas partes del mundo como los Basistransporter, Matador o Mitra. Si bien, cuentan con algunas similitudes técnicas son completamente disímiles, incluso el código interno de nuestra Hormiga “Tipo 200”, le confiere una identidad propia alejada de todos los EA 489”, apunta Héctor.

Por su parte Pedro Valencia secunda esta aseveración y señala que esta polémica se ha repetido en la Wikipedia e incluso en la propia página oficial de Volkswagen de México. “Es un error que suele repetirse una y otra vez. Se ha llegado a señalar que su diseño corrió a cargo de un ingeniero egresado del Politécnico Nacional, quién en 1975 participó en el concurso interno en la planta de Puebla, pero eso sólo es una de tantas leyendas a su alrededor que no han sido del todo esclarecidas”, abunda.

De todas maneras indica que el origen de la Hormiga no es del todo claro, ya que si bien no se descarta una posible inspiración en estos modelos europeos, la realidad es que la llamada VW 200 es un espécimen único ya que en su construcción se desarrollaron algunos elementos propios, sin embargo también se utilizaron una gran cantidad de partes provenientes de otros modelos fabricados en México… ¿quieres saber cuáles eran los donantes?, más adelante te lo diremos.

Donde ambos expertos coinciden es que al final, se le da el título de mexicana porque tanto el diseño, así como las piezas utilizadas eran 100% nacionales. Además su concepción se realizó pensando en las necesidades de los empresarios que requerían un vehículo económico, robusto, sencillo de mantener y de alta capacidad de carga. Así fue como este “camioncito” con motor de Vocho cuyas ventas se realizaron de manera exclusiva en el mercado mexicano, poco tenía que envidiarle a las pickups estadounidenses al momento del trabajo duro. Si tienes algunos años recorridos, recordarás que la Volkswagen Hormiga era utilizada por cierta empresa especializada en lácteos para transportar sus productos a lo largo y ancho del país.

A manera de curiosidad la Hormiga era tan versátil (se ofrece en tres versiones con estacas altas desmontables, estacas cortas abatibles y chasis cabina), que algunas compañías carroceras se tomaron la libertad de convertirlas en casas rodantes. En este sentido destacan las llamadas “El Dorado” y  “Canguro”, ambas con una capacidad de albergar a seis pasajeros con la comodidad de contar con camas, cocineta, regadera, fregadero e incluso un sanitario químico. De la primera se fabricaron 116 unidades y de la segunda 300, lo que las convierte en unos vehículos todavía más raros y exclusivos.

Emulando a su contraparte del reino animal cuya vida promedio es de sólo seis meses, la vida de la Hormiga motorizada no fue muy longeva ya que su producción se detuvo en 1978 a causa de algunos problemas internos en la planta de Puebla. Al final, tras 3,600 unidades construidas (es más rara que algunos Ferrari o Porsche) su lugar fue ocupado para aumentar la producción del entonces novedoso Volkswagen Caribe.

Otro punto de coincidencia entre los entrevistados fue que a pesar de su simpleza, se trata de un modelo innovador que por un motivo u otro no ha tenido el reconocimiento histórico que se merece, pero a la postre, esa misma rareza incomprendida la ha convertido en un vehículo altamente atractivo y valorado, no sólo por los coleccionistas mexicanos sino también por aquellos provenientes de Europa, Estados Unidos y Japón.

Debo aclarar que a pesar de que las entrevistas se realizaron por separado, tanto Héctor como Pedro comparten una frase que al pronunciarla les dibuja una sonrisa en el rostro “La Volkswagen Hormiga me encanta porque es tan fea, que simplemente es hermosa” ¿Pero de verdad, este camioncito cuyas líneas recuerdan a una caja de cartón puede llegar a enamorarte en vivo? veámoslo a continuación.

UNA HORMIGA BAJO LA LUPA

Existe un dicho que más o menos reza así: “Nadie experimenta en cabeza ajena”. Por ello, no hay nadie mejor que conocer la experiencia de alguien que ha vivido en carne propia lo que significa ser el propietario de una rarísima Volkswagen Hormiga. Por fortuna la búsqueda no fue muy extensa, ya que el mismo Pedro Alfredo Valencia Aragón, es dueño de una modelo 1977.

En concreto, la Hormiga de Pedro es la unidad 1,663 de las 3,600 fabricadas. Para saber esto no se tiene que ser un reconocido entomólogo (especialista en insectos), ya que este número está impreso en la parte trasera de la cabina. Pero lo interesante, no es esto sino conocer, como la “La Chata”, nombre con el que cariñosamente la bautizó, llego a su vida.

“Cuando cursaba la preparatoria, el plantel tenía una Hormiga de vehículo oficial, misma que estaba a disposición de todo el estudiantado. Fue ahí cuando surgió mi gusto por este modelo, por lo que ya convertido en un adulto le pedí de favor a mi amigo Alejandro Fuentes que es especialista en hallar autos clásicos, que me ayudará a buscar una. Lo curioso fue que hace tres años, en un 24 de diciembre encontró una a sólo cinco cuadras de donde vivo. Fue el mejor regalo de Navidad”, recuerda.

Pero no todo fue fácil, ya que la Chata se hizo de rogar un poco. “Aunque básicamente era un huacal, al que le faltaba el motor y la transmisión el dueño no quiso vendérmela tan fácilmente. Al final llegamos a un acuerdo y tras 15 días de vaivén pude remolcarla hasta mi casa en una Brasilia”, rememora.

En este sentido, ya frente a un proceso de restauración, se encontró con algunas dificultades, ya que como se mencionó al inició  de este artículo, a pesar de compartir una enorme cantidad de refacciones con otros Volkswagen, también cuenta con algunas que son en extremo difíciles de conseguir. Una de ellas fueron los biseles de los faros, ya que aunque son muy parecidos a los montados en los vochos, en realidad están fabricados de hule suave para evitar filtraciones de agua.

“Las piezas fáciles de encontrar son: el medidor de gasolina que es de la Brasilia, los cinturones de seguridad del Vocho, la única visera que es del Safari (así como las vestiduras), además el volante, llantas y rines son de la Combi. Mención aparte se merecen los frenos, ya que aunque los cuatro son de tambor, nada tiene que ver con los del Sedán. Los delanteros son los traseros de la Combi y los posteriores son de Caribe (también de atrás)”, explica.

Del lado contrario hay algunos elementos como las ventanas deslizables, la palanca de velocidades o la fleca de la dirección (única de este modelo) que le hicieron pasar momentos difíciles como aquellos en los que su búsqueda comenzaba a las 8:00 am y podía concluir 12 horas después, a veces sin éxito. “Por increíble que parezca, mi mayor reto fue encontrar las manijas originales que abren hacia abajo como puerta de baño. Por fortuna las encontré después de una ardua búsqueda”.

Si ponemos atención a las fotos, veremos que cuando era un “cascarón”, esta hormiga presumía un color rojo, pero ahora luce un color celeste, lo cual también tiene una interesante explicación. “Cuando comenzamos a raspar la carrocería llegamos hasta la capa de pintura original, lo cual nos permitió rescatar el tono Azul Pátzcuaro” (las otras coloraciones disponibles eran  Rojo Coral y Blanco Crema).

Tras un año y dos meses de restauración, gracias al trabajo realizado íntegramente entre Pedro y su hermano, la Chata fue recobrando vida hasta convertirse en un modelo completamente funcional con una originalidad del 90 %, pero lo mejor es que lejos de ser un modelo de exhibición, esta Hormiga colabora en el negocio familiar donde de tres a cuatro veces realiza viajes para reabastecer los insumos necesarios. 

Al preguntarle cómo es la vida a bordo de una VW 200, Pedro revela que contrario a lo que podría pensarse es un vehículo bastante cómodo. Su posición de manejo de 90 grados recuerda a la Combi, mientras que la suspensión absorbe formidablemente las irregularidades del camino. Respecto a velocidad, puede mantener ritmos en torno a los 50-60 km/h aunque si el camino lo permite, puede rozar los 90 km/h de acuerdo al velocímetro.

“Es bastante divertido de manejar una Hormiga. Una vez rumbo a la ciudad de Aguascalientes me detuvieron unos militares tan sólo para preguntarme qué modelo  conducía. Es común que la gente me rebase para admirarla o que  me pida la dirección del taller donde me la hicieron, ya que no conciben que se trate de un modelo original de Volkswagen”.  

“Aunque dicen que bautizaron a la VW 200 como Hormiga en alusión a su fortaleza en el trabajo, también creo que la estética recuerda mucho a la anatomía de una hormiga. El parabrisas dividido como los ojos, la cabina como la cabeza y el área de carga, recuerdan a estos pequeños insectos y eso es lo que probablemente lo haga atractiva ante los ojos de los menos entendidos de la materia” continúa explicando.

Una de las herramientas que han sido clave en el proceso de reparación de “La Chata” es que Pedro es uno de los pocos dueños que cuenta con el manual del propietario (su importancia es tal que le han llegado a ofrecer fuertes sumas de dinero por él). Sabedor de ello, esta consiente que tiene un punto a su favor, por lo que el siguiente paso es llevar a su Hormiga hasta el 100% de originalidad.

“Tener una Hormiga es un enorme gusto, estoy enamorado de ella. Me han ofrecido otros Volkswagen clásicos a cambio, incluso autos nuevos. Pero no la cambio por nada. Hay una conexión entre ella y yo especial, que me hace agradecerle siempre que me lleva y trae a algún lado. Puedo presumir, que nunca me ha dejado tirado. Pero sobre todo puedo presumir que mi Chata es 100% mexicana y eso es un orgullo”, finalizó un conmovido Pedro Valencia.

Bien, esta fue la historia de la Volkswagen Hormiga, un modelo que pese a su parentesco lejano con sus primos europeos, puedo presumir de ser un modelo tan trabajador, carismático y entrón como cualquier otro mexicano.

 

 

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