La marca del doble chevrón siempre se destacó por la innovación, y el sucesor del fantástico DS no podía ser un auto normal. Así, el CX desembarcaba en el Salón de París de 1974 con su poco convencional estilo y los clásicos adelantos técnicos de la marca que le valieron el título de Auto del Año entre otros.
El CX pertenecía a la dinastía los autos grandes de Citroën -llaados berlinas en Europa- con sus 4.630 mm de largo se destacaba por su silueta de dos cuerpos, es decir, con un portón trasero alargado en lugar de la clásica cajuela de los sedanes de gran porte. Este estilo estaba relacionado fuertemente con su nombre, CX, que hacía referencia a su rendimiento aerodinámico.
Obviamente, la “locura” de este Citroën no solo se centraba en su coeficiente aerodinámico, también heredaba la suspensión hidroneumática del DS que le permitía mantener la altura constante, o bajarlo en velocidad para una mejor penetración del aire. Además, esta solución sumaba confort y un gran desempeño en curvas.
El despliegue espacial de la marca continuaba en el interior con su particular cuadro de instrumentos digital por cilindros (ver galería de fotos), volante de un solo brazo y asientos que parecían salidos de una serie de ciencia ficción de los 70s.
Diseñado por Robert Opron, el CX también tuvo diversas variantes como la carrocería familiar (1975) y la Prestige (1978) con 280 mm extra de distancia entre ejes. Mecánicamente adoptó diversas motorizaciones, incluyendo el primer Diesel de la marca, y las versiones GTi primero la 2400 con inyección electrónica de 1977 y después las versiones Turbo de los 80s que podían alcanzar los 220 km/h. Y si esta velocidad era mucha para la época, no había problema ya que en 1985 el CX se convirtió en el primer auto francés con frenos ABS.
Finalmente, el CX concluyó su longeva vida en 1991 con un exitoso derrotero de 1.2 millones de unidades vendidas. Su sucesor, el XM continuaría su estilo, pero con líneas rectas y angulosas propias de Citroën en los inicios de esa década, pero ese estilo creado por Bertone no sería suficiente para alcanzar la gloria de su ilustre antecesor