Corría el año 1988 y Peugeot estaba bastante inquieto, no por la situación económica, sino por su pretensión de mostrarse como una marca deportiva, dinámica y de vanguardia. Por ese entonces, los galos tenían una fuerte presencia en el mítico Grupo B del WRC, mostraban su resistencia en Le Mans y llegaban hasta lo más alto del Pikes Peak con el 405 T16 comandado por Ari Vatanen. Era hora de dar el batacazo y mostrarle al mundo todas las capacidades técnicas de la marca, por eso Peugeot presentó una trilogía de concepts cuyo punto cúlmine fue el Oxia, revelado en el Salón de París de 1988.
Los tres concepts respondían a una visión futurista y dinámica, tomando nombres referidos al espacio. El primero fue el Quasar (una de las manifestaciones más luminosas del Universo), el Proxima (la estrella más cercana al Sol, Próxima Centauri) y por último el que nos atañe, el Oxia (por la región de Marte Oxia Palus, que sería algo así como el kilómetro cero marciano).
El Peugeot Oxia contaba con un V6 biturbo de 24V y 2.9L montado en posición central que entregaba nada menos que 680 Hp a 8,200 rpm con un torque de 535 Lb-pie. Toda esta inmensa fuerza se distribuía a las cuatro ruedas de forma permanente a través de una caja manual de seis velocidades. Con estos números a la vista, te estarás preguntando a cuánto llegaba este vehículo y la respuesta es a 348 Km/h, con un 0 a 100 en 3.6 segundos.
Su diseño quizás te recuerde a un 405 aplastado y eso sucede porque es precisamente una derivación del 405 T16 que en el mismo año subió al Pikes Peak. Sus medidas dejan en evidencia su carácter de superdeportivo, con 4,610 mm de largo, 2,020 mm de ancho y apenas 1,130 mm de alto. Los componentes de vanguardia en su carrocería, (fibra de carbono, kevlar, epoxy) le conferían un peso de 1,374 Kg, que se complementaba con un Cx de 0.30 para lograr las velocidades antes mencionadas.
En su interior, el Oxia desplegaba un sinnúmero de elementos tecnológicos, como un tablero retroiluminado con caracteres digitales, una computadora de a bordo con varios periféricos de la época como una trackball, teclado y disketera 3 ½, mediante el cual podíamos acceder a la telemetría del auto. Para complementar todo esto, también contaba con un sistema de audio de alta fidelidad y un climatizador automático que podía funcionar con el auto apagado, alimentándose mediante las 18 células fotovoltaicas situadas en el cofre, justo delante del parabrisas.
Protagonista de muchos posters y de las fantasías de más de un fierrero ochentoso, elegimos al Peugeot Oxia para esta edición de Retro Concepts por ser uno de los máximos exponentes de la firma gala, en una época dorada del automovilismo, donde los diseñadores podían soñar sin que las austeridades les quitaran el sueño.